domingo, 10 de mayo de 2009

la vida


He visto muchas mujeres recién paridas pero ninguna como Kira, mi hija. Cuando llegamos a la clínica Max tenía una hora y euforia que tenían los dos llenaba toda la habitación. Solo tenían ojos el uno para el otro y el papi para ellos. Fue un parto largo, dulce que removió a mi niña por dentro y la abrió como una flor. Hay un antes y un después. Tubo un parto antiguo, consciente, visceral, placentero... y sin un punto, por eso a las dos horas ya estaba como una rosa

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